Monday, April 30, 2007

La oferta de paz

Naaa. No he tenido tiempo de postear, y ustedes no se han tomado la molestía de leer; lo sé porque yo tampoco los leo, ja!

En fin, aquí hay un pequeño intento de arreglar las cosas: un cuento tonto, bastante tonto, que escribí hace un rato. Bastante rato.

(Pd. Odio todo).




Paranoia Kitsch.

No era mas que un minuto, pensó mientras se tomaba de las manos, para evitar que su interlocutor se percatara de la sutil vibración de estas. Nerviosa, dio sus primeros pasos dentro del departamento, escudriñando cada rincón con la mirada, como quién espera una emboscada. Había algo dentro de ese departamento que no le inspiraba confianza. Y no era solo el tétrico semblante de la anfitriona, los extraños ruidos y olores que percibía desde su departamento, ubicado en el piso superior, aunque también tenían mucho que ver.


¿Quién sería el que asestaría el primer golpe?, comenzó a preguntarse intranquila, ¿Sería aquel tétrico gato de porcelana que descansaba sobre el televisor? ¿Acaso aquel horrible paraguas color marrón y verde, colgado del perchero? ¿O aquél siniestro y malhablado perico, que aguardaba paciente dentro de la maloliente jaula?

Laura comenzó a comerse las uñas, un fuerte indicio de ansiedad, según aquel odioso psicólogo calvo con el horrible traje a cuadros que había conocido en la fiesta de cumpleaños de Alejandra, dos semanas atrás. Los latidos de su corazón comenzaron a acelerarse, mientras la adrenalina comenzaba a ser segregada dentro de su torrente sanguíneo, desencadenando en ella un terrible miedo, justificado por la larga ausencia de su anfitrión. ¿Por qué tardará tanto tiempo? ¿Qué será lo que esta tramando? ¿Acaso estaría cargando la escopeta de doble cañón recortado y mango de madera grabado, afectivamente llamada “Isabel”, que su padre le había regalado en su quinceavo cumpleaños? ¿Estaría seleccionando el cuchillo Ginzú más grande de la alacena de madera prefabricada? ¿Qué horribles planes tendría para ella?

En su mente, cientos de imágenes de horribles asesinatos comenzaban a desfilar, una tras otra. Decapitaciones, destazamientos, desmembramientos, brazos arrancados de cuerpos retorciéndose aun sobre enormes charcos de sangre, y finalmente, Bambi llorando por la muerte de su pobre madre. Como la güerita copa D que mataban al principio de Viernes 13, parte 4: El capitulo final, pensó, ¡Voy a acabar espetada con un tenedor para ensaladas!

Súbitamente, su atención se vio desviada por el sutil ruido de pasos sobre la duela del departamento. Sus ojos, rápidamente, hicieron un recorrido de 33.7° a través de la habitación, hasta detenerse en el umbral de la puerta de la cocina, lugar de donde provenía el ruido. Una tenue sombra, proyectada sobre la pared, la puso en alerta. En cuestión de segundos, sus cabellos se erizaron, sus pupilas se dilataron y los músculos de su cuello cobraron la dureza del mármol griego. Valiéndose únicamente de su confiable lapicero azor grip, punto cinco milímetros, Laura inutilizó a su atacante clavándole el instrumento en el ojo, mientras la lanzaba contra el suelo; la pateó en las costillas, le rompió un jarrón de cerámica barata en la cabeza, le arrancó los vellos de la nariz y justo cuando estaba apunto de aplicarle la hurracarrana…

-¿Con cuantos de azúcar lo tomas, Lau?- Interrumpió súbitamente la amable viejecita del 301, mientras colocaba una pequeña bandeja para tomar café sobre la mesita de centro con patas de elefante.

Atónita y a la vez, extrañamente aliviada, Laura murmuró un inteligible “dos”, dio un sorbo a su café, y sin hacer demasiada platica, degusto rápidamente las galletas de mantequilla colocadas en la bandeja.

Detestaba tener que convivir con los vecinos. Y más cuando hacían un café tan malo.


Gibrán Aquino Pineda.
7 de Agosto de 2005.